Cultivar puede ser sencillo si se empieza con buen pie y con unas nociones básicas.
Es una actividad muy gratificante ver crecer tus plantas, e incluso adictiva cuando de tu cuidado surgen las flores o frutos que más tarde disfrutarás. Si estás pensando en lanzarte a sembrar tu primer jardín o huerta queremos darte la enhorabuena porque ya estás aportando tu granito de arena para mejorar la sostenibilidad del planeta.
Tal vez se te planteen muchas dudas y no sepas por dónde empezar. Una vez decidido el espacio que quieres ocupar (que puede ser desde unas pequeñas macetas en tu ventana, hasta un terrenito soleado) y lo que te gustaría plantar, debes empezar preparando el terreno.
Fundamentalmente, todas las plantas necesitan agua y sol (cada tipo en su cierta medida como veremos en próximos artículos) y por supuesto, un medio en el que poder desarrollarse, el terreno. Este terreno o suelo es uno de los aspectos más importantes a tener en cuenta para tener éxito en nuestra actividad.
Las plantas dependen del terreno en 2 aspectos: su asentamiento y su alimentación.
El asentamiento:
Hablamos de tierra o sustrato para referirnos al lugar donde deben sustentarse y enraizar. Para ello es necesario disponer de sustrato, lo que conocemos comunmente por “tierra”. Los sustratos pueden clasificarse en “químicamente inertes”: arena, grava, perlita, lana de roca, etc… o bien ser “sustratos activos”: turba, corteza de pino, fibra de coco, vermiculita, etc..
Lo más común es emplear la propia tierra que se disponga que normalmente cuenta con estos 2 tipos de sustratos, y el uso de turba rubia o fibra de coco para macetas.
Si el terreno por ejemplo donde queremos instalar nuestra huerta es muy arcilloso o arenoso, podemos incorporarle estos citados sustratos para mejorar su estructura. Sin embargo, si queremos optimizar la estructura para conseguir el mejor desarrollo de nuestras plantas, podemos agregar, en una proporción de hasta un 30% en suelos muy desequilibrados, humus de lombriz. Esta enmienda totalmente orgánica es el mejor regenerador de terrenos: desliga las partículas en terrenos arcillosos y las compacta en los extremadamente arenosos. Además, equilibra su pH, que debe oscilar entre 6,7 y 8 para que sea plenamente productivo.
Alimentación de las plantas:
Es bien sabido cómo las plantas necesitan luz para realizar la fotosíntesis, y cómo asimilan el CO2 del aire para conseguir el Carbono. Pero además de esto, es fundamental que puedan alimentarse a través del suelo del resto de nutrientes (nitrógeno N, potasio K, fósforo P, calcio Ca, magnesio Mg,…) y asimilar el agua (H2O).
Debemos ser conscientes, sobretodo si cultivamos para obtener frutos, que el terreno tiene que proporcionar el alimento de las plantas, y esto se consigue con su fertilización periódica. (los sustratos comerciales pueden contener nutrientes, pero estos se agotan a los 3 meses).
Nuestro consejo es que esta fertilización siempre se realice con abono orgánico, puesto que el abono químico agota y destruye la vida del suelo, y es asimilado por los frutos que luego consumimos.
El humus de lombriz es el rey de los abonos orgánicos. No solo aporta todos los nutrientes necesarios y recarga el terreno con materia orgánica y microorganismos que la transforman de nuevo en más nutrientes asimilables por la planta, si no que como hemos comentado anteriormente, regenera el suelo manteniendo su fertilidad. Además, los suelos con humus mantienen mejor la humedad y esto es muy beneficioso para optimizar el riego. (si quieres ver todos los beneficios del humus mira este artículo)
Otras alternativas válidas serían otro tipo de abonos como el guano o enmiendas como el compost o el estiércol, pero en estos casos – a diferencia del humus que es totalmente inocuo – deben controlarse bien las dosis para no quemar el terreno.
Como conclusión y resumen os recomendamos:
Gracias por tu interés, y sobretodo, gracias por tu contribución a crear un mundo mejor, más sano y natural.